«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora, tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado». Eclesiastés, 3.
Pero a veces se da la sincronía -y debajo de este cielo hay momentos para todo- brillando el sol al mismo tiempo para el encuadernador «Conservador» y para el conservador-encuadernador.
– El encuadernador «Conservador» malentiende la tradición y usando cola de la peor calidad ha pegado sus libros desde el comienzo; el conservador-encuadernador se preocupa por elegir el adhesivo mas inocuo para sus restauraciones.
– El encuadernador «Conservador» sigue pensando que la historia de su oficio empezó con Grolier y que coser y forrar son solo molestos pasos para llegar al dorado del libro; el conservador-encuadernador no siempre toma por asalto una vieja costura, no arranca sus tapas y queda satisfecho de una encuadernación que goza de buena salud.
– El encuadernador «Conservador» pega las guardas sin hoja de protección, y por desgano le quedan burbujas de aire, como es heredero de dos generaciones le resta importancia y dice «solo los libros que valen la pena merecen mi atención»; el conservador-encuadernador no distingue primeras ediciones de aquel humilde librito que alguien le ha encargado, simplemente realiza su trabajo.
– El encuadernador «Conservador» no se preocupa mucho por aprender nuevas costuras, bordar cabezadas o llamar a las cosas por su nombre; el conservador-encuadernador se sumerge en un complejo océano de términos y procedimientos acordes al libro que tiene en las manos.
– El encuadernador «Conservador» conserva su taller pletórico de mugre, papeles demasiado ácidos y viejos, un mandil tan sucio de cola que podría funcionar como chaleco anti-balas, y una mesa o dos, tan llena de cosas que hace necesario trabajar sobre una tabla encima de la prensa de cajos; el conservador-encuadernador mantiene su taller a término medio… trabaja y ordena.
– El encuadernador «Conservador» usa sin distinción el cajo «si el libro no lo tenía ni me acuerdo»; el conservador-encuadernador prohibe a ratos mencionar la palabra, pero en el extremo, no reflexiona que hay deterioros que hacen mas daño al libro que este vilipendiado pliegue en el lomo.
– El encuadernador «Conservador» hace lo que le pidan… si el viejo libro en pergamino carecía de nervios ¿Cuantos me ha dicho que le ponga?; el conservador-encuadernador se rehusa a lesa ligatoria, explicando los motivos por los que no resulta ético desvestir a un viejo libro para satisfacer los caprichos del bibliófilo (Zaenhsdorf accedió a reencuadernar el Codex Sinaiticus al no tener mas protección que una caja).
– El encuadernador «Conservador» piensa que hay dos etapas históricas «antes de su taller» y «después de su taller»; el conservador-encuadernador no deja nunca de aprender, reconoce sus fallas y salvo ciertas circunstancias donde «el tuerto se ha coronado monarca de los ciegos y Dios me guarde» se ejercita compartiendo lo que sabe sin cortapisas ni distingos.
Quede claro, como en las películas, que cualquier parecido de mis personajes con la realidad no es mas que una mera coincidencia.
Muy buenas tus «elucubraciones», Rodrigo. Una vez más muchas gracias. Un abrazo.
Excelso! Un beso.
Maravilloso, Rodrigo.
Buen día Rodrigo, tu reflexión es muy pertinente y acertada, más aún cuando en nuestro país se ha puesto de moda este arte para beneficio de todos.
Esto nos debe llevar a una reflexión de igual manera, en el papel que ejercemos en el ámbito del libro cada uno de los que nos dedicamos a este arte, tanto encuadernadores, como conservadores encuadernadores, es decir, saber y reconocer hasta donde podemos ofrecer nuestro conocimiento en pro de la conservación de cualquier libro, y esto no quiere demeritar de ninguna manera el trabajo y la calidad de ninguno.
Pero si debe de haber honestidad en el trabajo que se le ofrece a las personas, cuando solicitan un trabajo de restauración sin el conocimiento teórico, principios básicos de la conservación, materiales, técnicas, fundamentos para sustentar una propuesta de intervención, etc., para realmente darle al libro lo que requiere y no lo que se nos ocurre.
Se piensa que al saber encuadernar ya se puede restaurar, esto apenas sería el principio.
Rodrigo, cuidate mucho y buenas vibras.
Rodrigo, además de los comentarios tan interesantes de este día la ilustración ¡no es sino un encanto!
Saludos
Rodrigo, son muy oportunas y agudas tus reflexiones y comparaciones, me parecen útiles para bajar la soberbia de algunos encuadernadores «conservadores» que se limitan a repetir procedimientos y materiales sin criterio ni análisis de los casos, y creen saberlo todo. Gracias por la síntesis, Dina
Rodrigo: me parece que viniendo de quien viene no podía ser otra cosa que «muy bueno». Así es, pues. gracias por estos envíos siempre útiles amén de amenos. Ah!!! Qué bueno si tuviéramos en cuenta «ser humildes» y recordar más a menudo nuestras incapacidades, que todos las tenemos en alguna medida. Como siempre un abrazo fraterno.
Enhorabuena por el blog y magnífico artículo. saludos desde España.