Este artículo que hoy les dejo para su descarga es el primero de una serie publicada en los Anales de la Escuela Nacional de Artes Gráficas y fue escrito por uno de lo pilares de la educación de las artes gráficas en México, Francisco Díaz de León Medina, quién nace en la ciudad de Aguascalientes el 24 de diciembre de 1897 y muere en la Ciudad de México el 29 de diciembre de 1975.
Dibujante, pintor, grabador, encuadernador, editor y académico mexicano Francisco Díaz de León cuenta entre sus numerosas aportaciones la fundación de la única escuela de artes de libro en México, única en México y primera en todo el continente americano.
Hijo de Ignacia Medina y Francisco Díaz de León, quien también era tipógrafo y contaba con un taller de encuadernación en el barrio de Triana. Estudió en su infancia en la Academia de Dibujo de José Inés Tovilla, al terminar sus estudios primarios trabajó en los talleres del Ferrocarril Central Mexicano en donde presentó su primera exposición junto con Gabriel Fernández Ledesma. En 1917, el gobierno del estado le otorgó a ambos una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes de México en ella fué alumno de Saturnino Herrán de quien aprendió las técnicas de óleo, carbón y pastel y se especializó en técnicas de grabado. Fue también alumno de la Escuela de Pintura al Aire Libre de Chimalistac y realizó estudios de idiomas en la Escuela Nacional de Altos Estudios.
Comprometido con la enseñanza imparte clases de grabado de 1920 a 1925 en la Academia de San Carlos, fue director de la Escuela de Pintura al Aire Libre de Tlalpan de 1925 a 1932 y junto con Carlos Alvarado Lang creó el Taller de Grabado con especialidad en técnicas de grabado en metal y madera. Fundó y dirigió de 1938 a 1956 la Escuela Nacional de Artes del Libro (ENAL) que más tarde se llamó Escuela Nacional de Artes Gráficas (ENAG).
Para mi este texto refleja con fuerza el pensamiento y el compromiso que muchos artistas tenían con la sociedad y con su formación, reflejan el entusiasmo de una época post-revolucionaria que insistía en el poder de la educación para mejorar el entorno, al mismo tiempo también refleja penosamente el desinterés que los politicos mexicanos tienen en la cultura y lo perseverantes que han sido durante décadas para frenar, obtaculizar o degollar cualquier proyecto cultural que se les ponga enfrente.
Sirvan estas letras de sencillo homenaje a un personaje que hizo todo por enseñarle a la gente común a embellecer un libro, ojalá que con el resurgimiento de estas artes, aún cuando en general no se tenga el mismo espíritu, le estemos haciendo alguna justicia a todos los que formaron parte del proyecto de la Escuela Nacional de Artes del Libro.
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