El maestro Sánchez-Álamo al pie de una cizalla

Hace poco mas de un año se publicó en el número 29 de la revista «Encuadernación de Arte» de AFEDA (Asociación para el Fomento de la Encuadernación de Arte) el presente artículo del encuadernador Carlos Sánchez-Álamo.

Algunas frases como «Encuadernar un libro no debería ser un pasatiempo… En la encuadernación divertirse y querer ser artista es absurdo e incoherente» escritas por Sánchez-Álamo generaron encono y controversia sobre todo en el sector que se dedica a la enseñanza de la encuadernación en Madrid.

Sobraron pensamientos de ida y vuelta respecto a las ideas planteadas por Sánchez-Álamo, reacción y arrebatos generados por la sencilla razón de que lo que se trataba de definir en este texto era el «Arte [en su significado mas profundo] de la Encuadernación».

Sánchez-Álamo publica ahora aquel texto en su blog acompañado de una breve y socarrona recomendación: «Algunas personas pueden leer el siguiente artículo escuchando el episodio IV de la Suite No. 9 «Ttai» de Giacinto Scelsi. Por desgracia, otras personas tendrán que leerlo mientras escuchan «Le temps ne fait rien à l’affaire» de George Brassens».

Dejando a un lado el consejo y ateniéndome a la problemática que plantea Sánchez Álamo en su texto propongo las siguientes «Variaciones a un tema de Sánchez-Álamo» .

1. El encuadernador de arte debería aprender, en efecto, la mayor cantidad de técnica posible, y aprender al mismo tiempo a superar los obstáculos que limitan su expresión.

2. Un encuadernador de arte tendría que formarse, cuando menos, en dos lugares distintos:

a) El taller de un maestro encuadernador donde podrá revisar la técnica y los procesos creativos de su maestro.

b) Una facultad de artes plásticas donde pueda cursar ciclos de: Historia del Arte, Estética, Teoría del Color, Composición, Materiales, Dibujo, Modelado y materias afines que lo aproximen a la naturaleza de su medio.

3. El encuadernador de arte permanece atado a la estructura del libro clásico «La encuadernación no es un arte totalmente francés, es un arte originalmente copto» ser consciente de formar un encuadernador que reconozca las estructuras del pasado enriquecerá sin duda sus planteamientos como artista del presente.

4. En el desarrollo del encuadernador de arte la imitación de los grandes maestros puede ser una etapa de mucho beneficio ya que, llevada a cabo con responsabilidad, compenetra al aprendiz en la especificidad de la técnica.

5. La belleza es ciertamente una de tantas categorías estéticas disponibles en el arte, por tanto «Lo Bello y lo Feo» así como «Lo Sublime y lo Grotesco» son supuestos válidos para la ejecución de una encuadernación. En consecuencia uno de los primeros paradigmas que deberá borrar el encuadernador de arte es la búsqueda de la «belleza» como único y supremo inspirador de sus trabajos.

6. Debido a que la encuadernación es un oficio que puede actuar como un lienzo en blanco y/o una masa escultórica, y esta se debe primordialmente a la reinvención de un texto [lo escrito] el encuadernador de arte, a diferencia de las actividades artísticas que derribaron los cánones del arte desde hace 40 años [Artes Performáticas] tendrá que aceptar haber llegado un poco tarde al arte contemporáneo.

7. A la lista de responsabilidades para ser un encuadernador de arte (una técnica irreprochable, sensibilidad artística y originalidad) habrá que agregar la tarea de recuperarse del avance a destiempo respecto a otras disciplinas de la plástica: creando públicos conocedores, foros de discusión, lineas de investigación y exposición de obra que abran cauces para una mejor percepción de la naturaleza de nuestro arte.

8. El lugar de descanso de una encuadernación de arte [aun las de los grandes maestros] ha sido casi siempre el gabinete del bibliófilo, habrá que insistirle al nuevo encuadernador de arte a remar contra corriente en busca de otros recursos, tal como hacen siempre el resto de los artistas plásticos.

9. Bajo las condiciones que aquejan a nuestro oficio y el serio riesgo que tiene de desaparecer, o bien, transformarse en una versión meramente utilitaria y/o falso remedo de otras épocas, el recién formado encuadernador puede optar por la enseñanza de su oficio con la seguridad de formar a sus alumnos bajo las perspectivas que le parezcan pertinentes.

10. Nadie [ni las instituciones culturales, ni los coleccionistas de arte] son responsables de que nuestro oficio se esté muriendo, la fuerza del hábito nos obligó a depender del bibliófilo haciendo por siglos arte para sus estanterías, culpa nuestra, y como consuelo la pésima cultura del libro como objeto se puede achacar a la Revolución Industrial que heredó la cultura de la cosa desechable  Bien ahora si los dejo con la lectura aclarando que no escribí lo anterior por seguir la linea del desacuerdo con su forma de pensar, y si en un afán de mirar los problemas de nuestro arte desde otra perspectiva menos derrotista.

Artículo publicado en el número 29 de la revista de encuadernación de AFEDA. 

Ana Ruiz-Larrea, encuadernadora, Premio a las Mejores Encuadernaciones Artísticas 1994:

Conocí a Carlos Sánchez-Álamo en el año 1997 a raíz de la exposición «Raros y Preciosos» que, organizada por AFEDA, se celebró en la Sala de Exposiciones de la Fundación Central Hispano. Aún me acuerdo cuando llegó a mi taller-escuela en Madrid, completamente fascinado por los libros que había visto. Había descubierto lo que quería hacer: Quería llegar a ser «encuadernador de arte». Y tenía prisa…         

Poco a poco fue comprendiendo que para llegar a ser lo que él quería no podía correr. Tenía por delante un camino largo y estaba dispuesto a recorrerlo. Y yo a ayudarle… De Madrid pasó a París (École Estienne con François Brindeau… prácticas en el taller de François y más tarde en el de Florent Rousseau…). Yo seguía su trayectoria, le veía con frecuencia cuando venía a París, hablábamos, discutíamos y, poco a poco, fue madurando, fue encontrando su camino, creando su propio estilo y consiguiendo el reconocimiento de todos aquellos que forman parte del exigente mundo de los bibliófilos, editores y libreros franceses.

Hoy, y por motivos diferentes, nos volvemos a encontrar en Francia. Nos vemos mucho, seguimos discutiendo, intentamos encontrar soluciones a la situación cada vez más difícil de la encuadernación de arte. Seguimos con el mismo entusiasmo luchando por el reconocimiento de nuestro trabajo, tratando de defender nuestras ideas y procurando que se siga hablando de los encuadernadores españoles en Francia. Y dentro de esta dinámica aquí transcribo, palabra por palabra, el sentir, las ideas y las inquietudes de este joven encuadernador español en Francia, Premio Nacional de Encuadernación 2006. Le deseo, con muchísimo cariño, muchos éxitos y un brillante provenir.

No es fácil, para uno mismo, hablar de su propio trabajo. Poder analizar, años después, la creatividad que me impulsó a realizar tal o cual encuadernación. Este año hará diez años que empecé a trabajar la encuadernación de arte y todavía me acuerdo de mis primeras clases como alumno en la escuela de Ana Ruiz-Larrea, cuando trabajaba al mismo tiempo en el taller de mi padre. Sin duda ambos han sido muy importantes en mi trayectoria. A Ana le debo la exigencia en la construcción técnica del libro. Ana fue la primera persona que me enseñó que la encuadernación artística abarca muchos y diferentes horizontes, donde los límites de la creatividad se confunden con la personalidad de cada uno y de cada época. El trabajo de Ana era muy diferente; diferente al del resto de encuadernadores españoles, pero muy próximo al de las encuadernaciones contemporáneas que había visto en mi primera visita a una exposición de encuadernaciones artísticas.

Esta diferencia fue la que me llevó a reflexionar sobre mi futuro y, comprendí que, después de estar dos años con Ana, seguir mi formación en Estienne era lo más coherente. En Estienne conocí a François Brindeau; después a Florent Rousseau, y poco a poco, a partir de 2001, cuando terminé mis estudios, mi trabajo y la manera de concebir la decoración de un libro comenzó a formalizarse. Hoy sin duda mi forma de trabajar existe como tal gracias a estos grandes pensadores de la encuadernación contemporánea.

Desde que terminé mis estudios en Estienne, tenía claro que debía trabajar nuevas técnicas decorativas, técnicas no antes aplicadas a la encuadernación de arte como la transferencia, el ordenador, el láser, etc. Sabía que tenía que diferenciarme de lo que hacían los otros encuadernadores, y esto respetando una técnica irreprochable. Después de diez años de experiencia tendré el orgullo de presentar mis obras en una exposición personal llamada «SanchezAlamo 69», en París, en la librería Privat y en Madrid a finales de este año. 69 encuadernaciones donde se podrá observar lo que siento por mi trabajo.

Todas las encuadernaciones que presentaré responden a una estructura clásica y con una decoración que nos introduce en el ambiente del libro y lo complementa. No estoy muy de acuerdo con Jean de Gonet cuando dice que la encuadernación debe ser lo más bonita posible, sin más; esto, a mi entender, es solamente una parte no siempre esencial del arte. Cuando salí de Estienne lo más importante para mí era afianzar mi forma de trabajar, encontrar el estilo, la manera de entender o de interpretar un texto o una imagen. Ser original, sí, pero no a cualquier precio. Mi padre, mis profesores me enseñaron que una decoración no se justifica sin una técnica irreprochable. Algo que hoy, desgraciadamente, la mayoría de los encuadernadores olvidan. Ser artista no es un pretexto, es una necesidad. Una necesidad que se calma trabajando, con el orgullo de intentar hacer cada obra diferente, y, sobre todo, irreprochable. En una palabra, trabajar bien; y esto no se inventa, se aprende. Son pocos los encuadernadores que no sólo son capaces de hacer una buena encuadernación sino que también son capaces de que su obra mantenga una cierta armonía creativa.

Hoy en día, debido al montaje con escartivanas, las encuadernaciones de estructuras flexibles, costuras aparentes, etc., pierden parte de su sentido. Yo prefiero una encuadernación jansenista bien construida a una encuadernación decorada mal hecha. En cierto modo, mi trabajo del Premio Nacional 2006 se afirma en este pensamiento. Hoy somos capaces de aceptar cualquier cosa, aunque esté mal hecha, si por ello pagamos poco. El valor que damos a los objetos depende más de lo que pagamos por ellos que del valor artístico y creativo que poseen. Desgraciadamente la encuadernación de arte también sufre las consecuencias de la actitud de una sociedad cada vez mas alejada del arte. No nos engañemos, estamos ante un problema claro de incultura general y la encuadernación como arte significa muy poco. Nadie nos considera artistas; en el mundo del diseño gráfico o creativo, no tenemos ningún peso. En España la encuadernación pertenece a ese grupo de oficios olvidados y destinados a desaparecer. Y por ello creo que la encuadernación de arte seguirá el mismo camino. Estoy contento de haber ganado el Premio Nacional. Pero me doy cuenta de que en España se ignora mucho de lo que significa encuadernar un libro. Desgraciadamente después de los grandes maestros, de la quizás época dorada, asistimos hoy a una falta de originalidad en el oficio, tanto en España como en el resto de los países. Es increíble constatar la falta de respeto que se tiene por la encuadernación en general, y por la encuadernación de arte en particular. Hoy, después de diez años de trabajo, veo que ocurren cosas increíbles que demuestran lo que siento. La proliferación de escuelas solo ha producido aficionados, unos mejores que otros. Y la mayoría de los buenos lo hacen porque se divierten mucho, o porque desean pasar el tiempo. Encuadernar un libro no debería ser un pasatiempo. Me sorprende que muchos de estos aficionados, a veces clientes eventuales, no encuadernan bien y no se dan cuenta de que una encuadernación artística bien hecha y firmada por un gran maestro aporta valor, prestigio y cultura a una colección. Quizás me digan que una de las razones por las que se ha dejado de hacer pedidos de encuadernaciones artísticas es porque cuestan mucho dinero; quizás, pero esto significa poner en tela de juicio no sólo toda la parafernalia que rodea a los grandes artistas contemporáneos sino también las grandes sumas de dinero invertidas en la compra de obras de arte y expuestas en los grandes museos. No nos engañemos: que alguien tenga ganas de encuadernar su libro no es ningún problema; el problema aparece cuando esta misma persona asume el papel de un encuadernador de renombre.

Encuadernar es un oficio de tiempo, de rigor, de exigencia técnica y de comprensión de lo que está bien hecho de lo que no lo está. Muy lejos de la triste realidad en muchos aficionados que encuadernan por diversión, intentando imitar los grandes encuadernadores. En la encuadernación divertirse y querer ser artista es absurdo e incoherente. Situaciones donde el propio cliente copia, desea o ansia ser igual que el propio artista carece de sensibilidad. Y esto pasa hoy en España, en Francia, en Bélgica, en este nuestro pequeño mundo que es la encuadernación. Después de la época dorada de los grandes clientes, de las maravillosas encuadernaciones donde las horas de trabajo se confunden con la creatividad más increíble -Paul Bonet habituaba a sus clientes a esperar dos años antes de entregarles el libro encuadernado-, en los años ochenta los nuevos encuadernadores se cuestionaron sobre su futuro e intentaron salir adelante, buscando nuevos clientes. La idea fue simple: enseñar el oficio a todo el mundo. El resultado fue un abanico de escuelas, de cursillos, y de conferencias. El problema fue que todo el mundo que comenzaba a encuadernar, confundía rápidamente encuadernador y artista, todo el mundo quería ser artista, todo el mundo era capaz de encuadernar, etc. Yo soy producto de esta revolución, pues mis primeros pasos en el mundo de encuadernación de arte fue en una escuela. Hoy me doy cuenta que quizás no era la mejor manera de afrontar las dificultades del oficio.

Durante todos estos años se ha olvidado enseñar lo que significa encuadernar un libro de bibliofilia, se ha olvidado que encuadernar es realizar una encuadernación con una técnica impecable decorada a partir de una reflexión personal del contenido del libro. Algo que la mayoría de los encuadernadores han olvidado de enseñar a los aficionados y a los amantes del libro, y que ha dado como resultado un oficio ignorado por las diferentes instituciones oficiales y por los coleccionistas de arte contemporáneo.

Esta triste situación actual provocará muy pronto el final de la encuadernación profesional en Francia, y en España quizás todo esto sea aún más grave.

Seguramente la encuadernación artística no tenga sentido como la entendemos hoy en día. La solución a esto yo no la conozco, quizás la conozco a nivel personal, donde la encuadernación tomase el papel que le pertenece, es decir: un oficio que se realiza durante la creación del contenido del libro y no después.

Deseo agradecer a la revista AFEDA el apoyo recibido por la publicación de este artículo. La Charité sur Loire, Francia, abril 2008.

Un comentario

  1. Estimado amigo, acabo de leer en su blog el artículo que ha escrito a partir del texto que publiqué en la revista de Afeda. Le agradezco su interés y me encantarìa poder profundizar màs sobre la cuestión. En estos momentos estoy preparando mi exposición personal «69» y me es difícil explayarme mucho y decirle todo lo que siento acerca de la encuadernaciòn de arte en general y particularmente en España.
    La inaguración de la exposición está prevista para el 6 de noviembre. La semana que viene pondré al día mi blog y tendrá más información referente a la exposiciòn.
    En cualquier caso, pasado el 6 de noviembre volverè a escribirle para explicarle màs detenidamente mi opiniòn.
    Gracias, un fuerte abrazo, Carlos SanchezAlamo