Santiago Brugalla en su taller

Hasta hace poco, concretamente hasta el año 2008, subiendo por la calle Aribau desde la plaza Universidad se podía entrar en el estacionamiento que hay a mano izquierda donde al final del todo, se podía encontrar un letrero de letras grandes y negras sobre un fondo blanco de latón el nombre «Brugalla». El taller estaba abierto desde 1931 coincidiendo con la llegada de la Segunda República. En el taller siempre se habló el catalán. Y el francés, pues el propietario, un joven encuadernador llamado Emili Brugalla se casó con la francesa Clemencia Aurignac a la que conoció en Paris unos años antes mientras estudiaba encuadernación y dorado a mano.

Emilio y Santiago Brugalla en el taller, c.1965. Arxiu Quiney.

En 1929, Emili Brugalla ganó una medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona para la decoración del libro Faust, una decoración a base de mosaicos de piel donde representaba el sabio alemán que vendió su alma a Mefistófeles. El sabio aparece cabizbajo y cubierto por la mano en señal de arrepentimiento. Este año de la Exposición nació su primer hijo, Santiago Brugalla el que con el tiempo situará el nombre del taller en los lugares más altos de los talleres de encuadernación artística mundial. Santiago Brugalla Aurignac o JACS, como se le llamaba familiarmente acaba de morir cuando iba a cumplir los 92 años. Una vida entera, desde los 14 años dedicada a la encuadernación y la comprensión de las formas y los signos.

Santiago Brugalla con la encuadernación del libro Los ojos de Picasso de Rafael Alberti, 1967. Arxiu Quiney.
Santiago Brugalla, proyecto para la encuadernación del libro Los ojos de Picasso de Rafael Alberti, 1966. Biblioteca de Cataluña

En casa bebió de una cultura humanista fomentada por su padre que fue aumentado a base de estudios en el Instituto del Teatro bajo la tutela del escenógrafo Josep Mestres i Cabanes, donde en 1945 ganó el Premio Extraordinario de Escenografía Salvador Alarma, en la Escuela Massana y en la Escuela «Llotja» donde fue discípulo de Teodoro Miciano uno de los grabadores más importantes del momento y colaborador habitual del taller Brugalla. Esto era en 1952. Esta cultura le acompañaría más adelante a sus dos hijos, Emilio y Isaura.

En aquellos momentos la profesión de encuadernador de arte estaba dentro de lo que se llamaba la menestralía y funcionaba como gremio. Los años cuarenta fueron los del afianzamiento del taller a nivel nacional e internacional gracias a la calidad de las obras de Emili Brugalla. Es cuando Santiago Brugalla supera el aprendizaje y entra a trabajar de lleno en el taller, haciendo diseños decorativos de encuadernaciones clásicas con dorados y mosaicos de cuero. Aparte de esta aptitud hacia una técnica bien difícil, y llegados los años sesenta, Santiago Brugalla empieza a desarrollar un nuevo lenguaje plástico y presenta su obra en concursos y certámenes internacionales quedando siempre en los primeros lugares y ganando premios como el prestigioso Paul Bonet de 1971 por la encuadernación del Thésée de André Gide con litografías de Mariano Andreu (1947). La firma, sin embargo, será la misma que la del padre: «Brugalla», siendo esto motivo por el cual, la historiografía que se ha ocupado hasta hace pocos años, otorgaba la autoría de muchas de sus encuadernaciones a Emili Brugalla.

Las revistas especializadas que reproducían las obras del taller ayudaban en este desatino. Y es que ya a finales de los sesenta, Emili Brugalla básicamente enseñaba la obra del hijo con una personalidad muy diferenciada de la de su padre. Toda la obra de Santiago Brugalla eran de diseño propio y alcanzó el relieve más importante de una generación de buenos encuadernadores catalanes como fueron Ramón Gómez y Manuel Bueno. Las decoraciones de Santiago Brugalla, sin despreciar la técnica clásica pero más cercanas a una aparente improvisación, estaban inspiradas en las artes decorativas y en las artes pictóricas del momento pero también en Gaudí, un gran referente.

Santiago Brugalla con las tapas del libro Astres Égares de Marcel Jouhandeau, 1978.

Colores, relieves y una composición abstracta fueron la base de sus decoraciones que, aplicadas en cuero sobre toda la superficie del libro abierto para ser mostrado como un cuadro, adquirían una dimensión plástica de gran potencia. Santiago abrió, así, un nuevo camino en el lenguaje de la nueva encuadernación cuya influencia se nota en la encuadernación artística actual de los más jóvenes encuadernadores. Esta influencia parte de la gran muestra que se hizo en la Biblioteca Nacional de Madrid bajo el título La encuadernación española actual (1986) dirigida por el director técnico Manuel Carrión Gútiez. Santiago presentó básicamente obras de las colecciones americanas de Alice Galvin y Jill Oriane así como las obras encargadas por el coleccionista Bartolomé March.

Santiago Brugalla trabajando en el manuscrito del libro Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela, 1995

Libros de bibliófilo de gran formato como La Alhambra (1977) con serigrafías del miembro del grupo El Paso Eusebi Siempre, El arte de aimer de Ovidio (1935), Poemas de Mao Tse Tung ilustrados por Salvador Dalí (1967) , Le bal Masqué de Jouhandeau con litografías de Oscar Kokoschka (1967), The Comache Indians de James Abert (1970) o Los ojos de Picasso de Rafael Alberti (1966) entre numerosas obras. El catálogo de esta exposición reproducía sus encuadernaciones las que, comparándolas con el resto de obras mostradas dejaba claro qué camino debía seguir la encuadernación más avanzada.

Santiago Brugalla, encuadernación para la edición de L’Atlàntida publicada por la Asociacion de Bibliófilos de Barcelona ilustrada per Miquel Plana, 1992. Biblioteca de Cataluña.
Santiago Brugalla, maqueta de la enquadernación para la edición de L’Atlàntida publicada por la Asociacion de Bibliófilos de Barcelona ilustrada per Miquel Plana, 1992. Biblioteca de Cataluña.

Las obras posteriores muestran una evolución en el lenguaje que sintetiza las formas y aportan movimiento como las encuadernaciones que hizo para la edición Las tragedias de Macbeht y de Julio César (2006) con aguafuertes y dibujos de Manuel Boix o para El Atlántida de Verdaguer con ilustraciones de Miquel Plana (1992) ambas ediciones publicadas por la Asociación de Bibliófilos de Barcelona de la que Santiago fue miembro con el número 100 ocupando la vacante del padre. Estas dos obras se conservan y la Biblioteca de Cataluña donde entraron en 2008 cuando esta institución adquirió el taller entero con toda la maquinaria, archivo y biblioteca pasando a formar parte del patrimonio catalán.

Santiago Brugalla, encuadernación para la edicion de Las Tragedias de Macbeth y de Julio Cesar publicada por la Asociacion de Bibliófilos de Barcelona ilustrada por Manul Boix, 2006. Biblioteca de Cataluña.

Desgraciadamente no hemos podido hacer todavía ningún estudio definitivo ni ninguna monografía sobre Santiago Brugalla que clama a gritos que se haga. Sería de justicia. Descansa en paz amigo y estimado.

Aitor Quiney

Aitor Quiney más artículos Técnico de la Biblioteca de Cataluña desde 1996, licenciado en Humanidades y doctor en Historia del Arte se dedica a la investigación sobre el libro como objeto de arte, la encuadernación artística y las artes gráficas. Investiga asimismo sobre las artes plásticas de finales del siglo XIX hasta el arte de posguerra, catalán y canario, del siglo XX. Es autor de varios libros y curador de exposiciones.