Este texto apareció publicado en el blog de José Luis Checa Cremades:
Sobre marroquín negro, las dos tapas han sido recubiertas por sendas inmensas cabezas de león dibujadas con arabescos de listeles tentaculares mosaicados en frío en colores verde esmeralda, habana, malva, violeta, verde azulado y verde agua. Los dos ojos del león han sido representados con filetes dorados y sembrados de estrellitas de oro. Encuadernación de Paul Bonet para Aventuras prodigiosas de Tartarin de Tarascon , de Daudet, con litografías de Raoul Dufy.
Curioso el mundo de la encuadernación de arte contemporánea. A falta de críticos e historiadores, a menudo son los coleccionistas quienes dictaminan los cánones de calidad y excelencia. ¿Buenos críticos que hayan sido también very discerning collectors? No ha habido muchos. Uno de ellos fue sin duda el holandés Jan Van den Marck (1920-2010), bibliófilo, sagaz crítico de arte y curator del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago. El texto de abajo, entresacado de un artículo suyo que se publicó con ocasión de una exposición dedicada a Jean de Gonet, no tiene desperdicio. Pone en su sitio al mismísimo Paul Bonet (1889-1971), quizá el mejor decorador de encuadernaciones y sumo pontífice de la reliure original francesa del siglo XX:
“En verdad, constatamos que Paul Bonet, a pesar de la deslumbrante espectacularidad de sus decorados y a pesar del éxito que alcanzaron sus encuadernaciones en las salas de venta, hoy aparece a los ojos de nuestra generación como un diseñador sobrevalorado que ha llevado a la encuadernación de arte al borde de la extenuación. Paul Bonet reclutó a los grabadores e ilustradores en boga y les obligó a ejecutar obras pomposas que sólo los ricos podían pagar. Hoy constatamos hasta qué punto imitaba y rivalizaba con los pintores más reputados de su época. Si hoy en día revisitamos sus alambicados mosaicos y sus ambiciosas fantasías, que realizó con los mejores doradores, nos cuesta trabajo creer que estos decorados hayan conseguido interpretar, como él pretendía, el texto del autor y el grafismo del ilustrador»
«No hay un sólo encuadernador que no se impugne a sí mismo. Ver la encuadernacion del siglo XX es enrojecer ante los renuncios en los que nos pilla. Como sucede en el Quijote, el único valor son los criterios itinerantes. Paul Bonet lo fue todo en encuadernación: decorador famoso por sus «caleidoscopios» (figura abajo), por sus letras decoradas para los Caligramas de Apollinaire y por sus «irrradiantes» (figura arriba). Fue, además, el «poder fáctico» bibliófilo-ligatorio por antonomasia en el París posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los libreros Auguste y su hijo Georges Blaizot, hacedores de mitos ligatorios como Creuzevault, Moncey y de Coster, dijeron de los decorados de Bonet que universalizaron plásticamente los textos surrealistas de Breton, Éluard, Aragon, Char y Hugnet; los de Max Jacob, Apollinaire y Reverdy. También, las ediciones de lujo y livres de peintre donde estos textos aparecieron: «no quiero tener otro estilo que aquel que pide mi libro».
«La innovación es un ataque radical contra la pereza del pensamiento. Hay dos modos para detectarla: la deducción y la inducción. El primer método exige que busquemos una ruptura en el desarrollo de la forma estilística, como su buscáramos una huida, un desagüe, una vía de escape. El segundo método procede de un reconocimiento intuitivo, de un cambio de tendencia y de una capacidad de deducir pruebas a partir de indicios. Sin menospreciar sus capacidades de decorador y de dibujante de letras, hoy constatamos que Paul Bonet ha tomado prestado del estilo de su época muchas más cosas de las que realmente aportó como novedad a ese estilo».
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