Sabemos que una ofrenda votiva es un objeto que se deposita en algún lugar sagrado por motivos rituales, ya sea para pedir la intercesión de lo sobrenatural o un modo de agradecer los favores recibidos.
Dichos objetos fueron de diversa índole desde el principio de la historia, desde puntas de lanza en el Neolítico, coronas de oro macizo y piedras preciosas, hasta los populares y pintorescos exvotos mexicanos.
De este modo la encuadernación antigua no habría de escapar como soporte de este tipo de manifestación toda vez que, en el caso de la encuadernación armenia comenta Checa Cremades:
La importancia social que la comunidad otorgaba al manuscrito encuadernado como soporte transmisor de valores religiosos e intermediario entre el donante y Dios estimuló muchas innovaciones, especialmente las que tenían que ver con la perduración del códice (verdadero objeto-fetiche).
Los Estilos de Encuadernación. Jose Luis Checa Cremades
Sin embargo hay que distinguir dos productos votivos con características bien definidas. El primero en que el donante hizo manufacturar a manos de artesanos expertos, por lo regular un encuadernador y un orfebre, de modo que «La calidad y riqueza de las encuadernaciones variaba según la devoción y los medios económicos del donante».
La otra categoría corresponde a encuadernaciones en las que distintos donantes colgaban su exvoto en alguno de los dos planos del libro. Algunos de ellos constatando su fé y otros, quizás los mas raros en sentido apotropaico, para alejar influjos malignos.
Dichos objetos podían ser monedas, crucifijos, sellos de piedra, brazaletes, joyería o pequeños repujados en metal en forma de ojos, lunas crecientes o caras humanas. Y es un caso aislado en el que la decoración del libro pasa a un plano secundario, en cuanto que su principal motivo es el metafísico.
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