bartolome

Habiendo agotado todas las instancias disponibles para entrevistar a San Bartolomé, patrón de los encuadernadores, tuve la idea de buscarlo en un antiguo Martirologio Romano puesto a la venta en una Librería de Viejo llamada «Los Hermanos de la Hoja» en la calle de Donceles en la Ciudad de México. Ahí, en un rincón estratégico se encuentran varios estantes con pequeños libros para el oficio de la liturgia, devocionarios, vidas de santos y bellísimos ejemplares de la «Imitación de Cristo».

Encontré el mencionado Martirologio Romano detrás de un sobrio ejemplar de la Vida del Papa Pío V, aquel personaje que decretó en Roma la pena de muerte y la enajenación de bienes a aquellos libreros que tuvieran en sus botigas -obras intrínsecamente perversas- libro que por una absurda coincidencia nunca logré abrir en una sola de sus páginas.

Tomé el Martirologio Romano cuya encuadernación se mantenía dignamente a pesar de haber sido impreso en el siglo XIX, traducción al inglés de la versión revisada y aprobada por el Papa Gregorio XIII (sucesor de Pío V) y cuyo calendario gregoriano seguimos utilizando hoy en día por su exactitud.

Este volumen tuvo mejor suerte que el anterior, forrado de cuero color verde, sus tapas estaban elegantemente decoradas con un encuadramiento doble y cornucopias en cada una de sus esquinas, un filete doble remata el perímetro de las tapas y en la parte central de los encuadramientos, estampado en seco, un bellísimo panel de motivos florales.

Abrí el libro buscando la ansiada referencia a San Bartolomé. Nuestro Santo, leí con atención: «…predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia donde convirtió a mucha gente. Lo martirizaron crucificándolo, quitándole la piel y después le cortaron la cabeza» apesadumbrado continué mi lectura que destacaba: «Sus reliquias, tras varios traslados, fueron llevadas a Roma por orden del emperador Otón III en el siglo X, y se conservan en la iglesia de San Bartolomé en la isla Tiberina. El cráneo del apóstol se venera en Francfort-del-Main, Alemania, ciudad de la que es también patrono»
Mi empresa iba a ser más complicada de lo que imaginaba ¿Cómo podía entrevistarlo en tan penosas condiciones, con la cabeza por un lado, y el cuerpo por otro?

Solo San Jerónimo hubiera podido ser interlocutor de un cráneo, pero San Jerónimo ha estado eternamente ocupado en el prólogo de la Vulgata, y de haberlo hecho, y por respeto a nuestro santo patrón, dudo que hubieran querido charlar en una talabartería, una peletería, una curtiduría, una boutique de guantes o un taller de encuadernación patrón por antonomasia de estos oficios.

Pero estoy seguro que donde se encuentre, y habiendo superado las terribles reminiscencias de su martirio, habrá perdonado desde luego al pueblo Armenio, devolviéndole con creces a encuadernadores para su Estilo tradicional de los siglos IV al XVIII y a excelentes orfebres y plateros para el Estilo Armenio de Aparato de los siglos X al XIII y XVII al XVIII.

Y a nosotros, su comunitas compactor librorum seguro recibiremos de él una bendición con especial afecto hoy que celebramos el Día Internacional del Libro y el Derecho de Autor.

Postdata: Si disponen de un tiempecito no dejen de rezar una oración por el eterno descanso del Papa Pio V. Solo por si sus prerrogativas en el cielo no le hubieran servido de nada. Los dejo con una frase de George Sand (1804-1876) quién parece terriblemente sospechosa de haber seguido las mismas conductas incendiarias del prelado: «No podemos arrancar una página del libro de nuestra vida, pero podemos tirar todo el libro al fuego»